NO QUIERO ACOSTUMBRARME…

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¿Qué haces con lo que no te gusta o no te hace bien en tu día a día?
Lo asumes, tratando de transformarlo o cambiarlo de todas las maneras posibles; lo intentas mejorar un tiempo, pero sino resulta, te acostumbras a eso; o simplemente te acomodas en que esa es la realidad que hay que vivir y no hay para más.


Los seres humanos nos hemos vuelto escépticos, porque nos rendimos ante ciertas situaciones y realidades de las que somos testigos, espectadores o protagonistas.
Nos hemos ido acostumbrando a vivir en una sociedad que señala, discrimina, juzga, es injusta y pasa por encima del otro para hallar su propio beneficio.


Nos hemos ido acostumbrando al racismo, clasismo, el egoísmo y tantos otros “ismo” que destruyen la humanidad y dignidad de la persona.
Nos hemos estancado en decir simplemente “ya estoy acostumbrada”, a lo que veo, lo que escucho, lo que vivo, lo que soy testigo; y por eso sobrevivo mientras pueda con lo que hay, porque creo que eso ya no va a cambiar.


Y de ahí que seguimos siendo espectadores, víctimas o victimarios, y nada más…
Hoy supe de un adolescente con ADEE (Acondroplasia y otras displasias esqueléticas con enanismo), la cual una condición física muy estigmatizada en la sociedad, y que siempre genera burla, chistes, morbos, discriminación y más. Que queriendo pasar un rato ameno con sus amigos, fueron a un lugar donde el portero o vigilante, hizo comentarios burlescos y ofensivos, y agresiones físicas a sus amigos porque quisieron defenderlo; a lo que el les dijo: “No se preocupen, ya estoy acostumbrado a eso.”


Y su madre, quien desde que él nació ha sido activista por los derechos, el respeto y la inclusión de las personas con enanismo, sintió tanto dolor y frustración, de ver que en el mundo sigue habiendo personas crueles que destruyen al otro, y que, al parecer la única manera de enfrentarlo, es acostumbrarse, esconderse, permitirlo o simplemente dejar que pase.


Hablo especialmente desde este ejemplo, porque quienes me conocen saben que también soy una persona con ADEE y que he luchado por concientizar y educar a la sociedad frente al respeto a las diferencias y a la inclusión de todos sin importar su condición.
No quiero acostumbrarme a las miradas burlescas y con morbo, ni a los comentarios peyorativos.


No quiero acostumbrarme a la discriminación de ningún tipo, simplemente porque hay personas intolerantes y crueles, que necesitan sentirse superiores y humillar a otros, para no sentirse menos que los demás.


No quiero acostumbrarme, ni hay que acostumbrarse a la inseguridad, a vivir y andar con miedo a que te roben, o te hagan algo más aún si eres mujer.
No hay que acostumbrarse al señalamiento porque tienes alguna discapacidad, no hay que acostumbrarse a ningún tipo de agresión en ningún lugar.


No hay que acostumbrarse a que otros te hagan sentir inferior o que no eres parte de algo, simplemente por tu nacionalidad, lugar de residencia, lo que tienes, cómo te vistes o cómo te ves, tus gustos o tu personalidad.


No hay que acostumbrarse a creer que no eres capaz o eres débil, simplemente porque te equivocaste una o dos veces, o porque no te ves como los demás quieren…
No hay que acostumbrarse a los chistes que ofenden, a las bromas que dañan, a las palabras que golpean, a las distancias y silencios que matan las relaciones o los sentimientos.
Porque cuando te acostumbras a algo, te rindes, o asumes que esa es la realidad que hay que vivir y nos quedamos estancados en ello o nos morimos en vida, sin sueños, esperanzas ni ilusiones.


Por eso el mundo pierde la fe y deja de creer, porque se ha normalizado la burla, la humillación, la crueldad; nos hemos acostumbrado a lo que daña y duele, a lo oscuro y sucio, a lo ilegal, a hacer trampa, a mentir, a dañarnos o dañar, a lograr las cosas con mediocridad, a pasar por encima del otro, o a compararse con los demás para sentirse menos o más.


Hace poco leía una historia de un colibrí que trataba con su pico de llevar agua una y otra vez, para apagar un incendio en la selva y evitar así la destrucción total; y el león mientras lo veía, le dijo que mejor huyera que eso no tenía solución; a lo que el dijo, no sé si sea mucho o poco, o si logre o no apagar el incendio, pero yo no me quedaré sin hacer nada, yo haré mi parte hasta que me muera.


Por eso decidí convertirme en maestra, porque sabía que educando a la niñez y juventud estoy haciendo mi pequeña parte de educar a la sociedad frente a la inclusión, el respeto, el amor propio y el amor a los demás… Tal vez solo llevo unas gotitas de agua ante todo lo que hay afuera, pero hago mi parte, no solo en la escuela, sino con lo que escribo y aún con lo que vivo, por quiero transformar miradas y realidades, no quiero normalizar lo que mata y daña, y no me quiero acostumbrar a lo que se le llama “dura y cruel realidad”…


Kary Rojas
Maestra, Escritora y Conferencista,

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