
Por Mónica Vélez B.
Las grandes urbes enfocan su desarrollo en un paralelo entre lo social y la infraestructura, al tiempo que buscan que los nuevos liderazgos se articulen en pro del traslado social, procurando en todo momento que sectores públicos y privados logren enfocar conjuntamente como objetivo, en casos como el nuestro, la superación de nuestras precariedades y carencias urbanas. Estas incluyen la deficiencia en la prestación de los servicios públicos básicos y vitales, como el agua y el alcantarillado, con los que hemos venido padeciendo. Además, aristas tan importantes como el suelo, el espacio público y el empleo constituyen algunos de los principales desafíos para cualquier política pública, teniendo en cuenta que, en estos tiempos de renovación informacional, se generan efectos diversos y contradictorios, tanto positivos como negativos, impactando principalmente los espacios sociales y exigiendo nuevas formas de ciudad.
Con herramientas administrativas tan importantes, y que hoy son subutilizadas o incluso anuladas en su función natural, como lo son las alcaldías locales o menores, las cuales, en su buen manejo, gozan de idoneidad para la administración y distribución de sus recursos y presupuestos, hoy bien podrían ser una herramienta para la superación de la pobreza y la generación de empleo a través de los diferentes programas que la simbiosis de lo público implica. Es decir, el impulso de programas sociales debería ser prioritario, más que la infraestructura, aunque sin dejar de lado su importancia.
El desarrollo es mancomunado y debe ser así para que sea sostenible y aprovechado por toda la sociedad.
Por otro lado, y teniendo en cuenta la relevancia del factor social, hago un paréntesis en lo anteriormente dicho: lo social también requiere del hoy tan criticado cemento. Es decir, si queremos llevar educación de calidad con mayor cobertura para la población estudiantil, se necesitan más instituciones educativas o la ampliación de las actuales, lo que implica el uso de materiales de construcción. Lo mismo ocurre con la salud, la cultura, el deporte, entre otros, los cuales no solo representan insumos sociales, sino que también constituyen fuentes de ingreso que contribuyen a la superación de la pobreza.
En este sentido, es fundamental reconocer que el desarrollo urbano no puede enfocarse únicamente en la construcción de infraestructura física, sino que debe ser integral y sostenible, considerando las necesidades sociales, económicas y ambientales de la comunidad. La superación de las precariedades y carencias urbanas requiere una visión holística que articule los esfuerzos de los sectores público y privado, así como la participación activa de la ciudadanía. Esto implica la implementación de políticas públicas efectivas, la asignación de recursos adecuados y una rendición de cuentas transparente.
Las alcaldías locales o menores pueden jugar un papel fundamental en la gestión y distribución de recursos, así como en la implementación de programas sociales que promuevan la superación de la pobreza y la generación de empleo.
Sin embargo, es importante reconocer que la implementación de estas políticas y programas requiere condiciones favorables, como la existencia de instituciones fuertes y transparentes, la participación activa de la ciudadanía y la disponibilidad de recursos financieros y humanos adecuados.
En cuanto a la relación entre lo social y la infraestructura, es fundamental reconocer que ambos aspectos están estrechamente interconectados. La infraestructura física es necesaria para proporcionar servicios básicos como educación, salud y cultura, pero también es clave para promover la cohesión social y la inclusión.
En este sentido, la inversión en infraestructura social, como escuelas, hospitales y centros culturales, puede tener un impacto positivo en la calidad de vida de los ciudadanos y en la cohesión social. No obstante, es fundamental asegurarse de que estas inversiones sean sostenibles y equitativas, y que beneficien a todos los sectores de la sociedad.
Finalmente, es fundamental reconocer que el desarrollo urbano es un proceso dinámico y en constante evolución. Por ello, es esencial estar dispuestos a adaptarse a los cambios y a aprender de las experiencias pasadas, con el fin de hacer de Cartagena una ciudad más sostenible, equitativa y próspera para todos.