Todas las personas enfrentamos a lo largo de la vida muchos “No podrás”. Los míos iniciaron desde el momento en que nací, cuando le dijeron a mi madre que por tener una condición física llamada acondroplasia (uno de los tipos más comunes de enanismo) no podría caminar, ni hablar, ni pensar como todos, ni mucho menos ser feliz y ser independiente en la sociedad. Por supuesto que, en esos tipos de tanta desinformación, donde casi ni los mismos médicos eran especialistas en el tema y la ciencia poco profundizaba en esta condición estigmatizada como “la única que causa risa”; era más fácil encontrar los contras y los no podrás; que todas las posibilidades y oportunidades que podría tener. Y así, sin un manual que les diga a los padres cómo asumir esta condición, con todos los prejuicios y estigmas de esta; se callaron los miedos infundidos por la ciencia y la sociedad, y se dedicaron a educarme a mí y a mis hermanos en un ambiente de: “Si podrás”.
Aunque mi padre, se encargó en darme dosis extras de “Si quieres, puedes”… y de este modo crecí creyendo en el famoso “querer es poder”… Quizás físicamente sólo alcancé el 1,20 de estatura, medida promedio de mi condición; pero entendí la diferencia de lo que significa ser alto a tener grandeza. La ciencia me dijo: no podrás crecer, pero yo dije, si podré llegar a ser grande y para ello me alimenté bien. Me nutrí de amor y confianza en mi familia, de palabras positivas, de personas que me impulsaran y me enseñaran a multiplicar y no a restarme o estancarme.
Ahora entiendo la metáfora de decirle a los niños que para “ser grande”, hay que alimentarse bien. La vida y la sociedad nos ofrecen un buffet donde hay de todo, lo que te gusta y te hace bien, lo que te gusta y te hace daño, lo que quizás te desagrada, pero te nutre, o lo que no te gusta e igual te indigesta.
Hay que saber elegir muy bien qué dejas allí y de qué te alimentas.
Pero no sólo las personas con alguna discapacidad, condición física o algún estatus social son las que reciben los “No podrás”; puedo atreverme a afirmar que todos en algún momento hemos tropezado con personas que se encarga de colocarnos piedras en el camino o lanzar dardos a nuestros sueños para matarlos y no dejar que lleguemos a realizarlos; ¿Cuántas veces no nos han dicho “no podrás” a esa fabulosa idea o iniciativa? O ¿al sueño de viajar, de construir algo, hasta de atreverse a iniciar una relación?; por eso muchos aconsejan que, si quieres algo con todas tus fuerzas, no lo hagas público, porque te llenarán de “no podrás” que terminarán por hacerte desistir de tu meta.
Y es que son muchos los “no podrás” que llegan a nuestros oídos, a veces tantos que sin querer terminamos diciéndonoslos a nosotros mismos, porque nos llenamos de miedo de hacer las cosas que queremos y dar pasos que nos saquen de la zona de confort en la que preferimos estar por temor a fallar; de ahí que nos quedamos solo en intentos y hasta conformarnos con decir “lo intenté”; pero no lo hacemos.
Tener una condición física como el enanismo, donde los estigmas son más que todo sociales al relacionarnos con personajes míticos y cómicos como duendes, gnomos y payasos, nos ha permitido hacer ese esfuercito de más o dar la cuota extra; porque mientras caminamos al lado de otras personas, mientras ellos dan un paso, nosotros tenemos que dar tres para ir a su ritmo; además que vivimos en un mundo que no es accesible y que hace de nuestra vida un deporte extremo para escalar buses, mostradores, productos del supermercado, sillas de bar, escalones, baños públicos, entre tantas cosas con las que lidiamos cada día y que nos enseñan a enfrentar los “no podrás” de nuestra vida.
En el año 2012 fui operada de la columna vertebral, me hicieron un procedimiento llamado Laminectomía, que consiste en liberar espacios entre mis vértebras para no presionar la médula. Esta cirugía de 12 horas me dejó paralizada las piernas y no podía ni siquiera voltearme en la cama, ni sentarme por mí misma. Allí escuché otros muchos “No podrás”, no caminará, no tendrá control de esfínteres, no volverá a llevar su vida como antes… Pero yo contradije todo eso, y me dije a mí misma: “Si podré” y pude; pude porque quise hacerlo, pude, porque lo intenté muchas veces con disciplina y confianza, sin quedarme en el intento; pude porque entendí que además de mis ganas necesitaba alimentarme de personas y me dejé ayudar; pude porque me levanté y me puse en pie todas las veces que caí; pude porque tuve fe en Dios y sabía que Él más que nadie me decía “Tú puedes”…
Hoy, más allá de todos los “No podrás” recibidos y los que siguen apareciendo en el camino, soy una maestra que busca educar a la niñez y juventud en la fe, la esperanza, la paz, la inclusión, la equidad y la justicia. Soy también conferencista, no porque sienta que tenga todas las respuestas, ni que soy “el todo lo puedo”, muchas veces he sentido no poder más y me lo permito. En mis conferencias, hablo desde lo que vivo humanamente, porque sé que de esta manera con mis voz y mi testimonio, ayudo a transformar miradas y aporto mi granito de arena por una sociedad incluyente que logre creer primero en sus “Yo puedo” para luego conjugar y hacer vida los “Tu puedes, ellos pueden y todos podemos”, allí aprenderemos que “Sí se puede”.
Soy además escritora, porque sé que lo escrito, escrito queda y mis letras son las huellas que dejo en la medida que camino con pasos cortos y pisadas firmes; y soy referente de las personas con ADEE (Acondroplasia y otras displasias esqueléticas con enanismo) porque tengo la certeza que, aunque no tengo las medidas, si doy la talla y puedo vivir a la altura de las circunstancias.