LA VICTORIA DE LULA DA SILVA EN 4 CLAVES.

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La figura más relevante de la izquierda en Latinoamérica logra por tercera vez la presidencia de Brasil.

El miedo a la deriva autoritaria. El temor de los brasileños a una escalada autoritaria del presidente derrotado, Jair Bolsonaro, pudo más que la desafección que muchos aún sienten por Lula, al que no le perdonan los actos de corrupción de sus dos anteriores Gobiernos. Lula basó su campaña en una batalla entre el amor, representado por su candidatura, y el odio, personificado en su rival. Las amenazas de Bolsonaro de no reconocer los resultados electorales y el apoyo de las Fuerzas Armadas, a las que entregó puestos clave del Gobierno como el Ministerio de Salud en plena pandemia, fortalecieron la opción de defensa de la democracia del candidato de la izquierda.

La pandemia. Con casi 700.000 muertos por coronavirus, su desastrosa gestión pasó factura a Bolsonaro en las urnas. Los brasileños no le han perdonado el retraso en la compra de vacunas, miles de muertes evitables y que no mostrara empatía por las víctimas. Se proclamó antivacunas, se opuso a las cuarentenas decretadas por los Gobiernos estatales y promovió el uso de medicamentos sin sustento científico.

Amplia alianza. Lula, como en sus dos anteriores triunfos electorales, supo ampliar su base electoral con alianzas a izquierda y a derecha. La elección como compañero de fórmula de Geraldo Alckmin, un líder del centroderecha al que derrotó en las presidenciales de 2006, lo acercó al voto moderado que recelaba del Partido de los Trabajadores. Lula sumó el apoyo, a título personal, del expresidente socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso, un rival histórico.

El recuerdo de tiempos mejores. El voto del Nordeste, su región natal y la más pobre, ha sido de nuevo mayoritariamente para Lula. Los más necesitados recuerdan que hace 15 años estuvieron mejor que ahora y esperan un regreso a aquella bonanza. Satisfacer esa demanda de prosperidad será uno de los principales desafíos del nuevo presidente: el viento de cola que empujó a las economías latinoamericanas hacia un crecimiento sin precedentes ya no existe.

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